10 de marzo de 2011

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Se convirtió en una maravillosa rutina romper con su rutina habitual. Todos los días, al volver del trabajo, se desviaba dos calles a la derecha, valiéndose de falsas escusas que solo le servían a él. Ella siempre estaba sentada en la misma pastelería, en el mismo sillón y bebiendo un té. De todo ello sacó en claro que, todos los días, a las seis de la tarde, ella tomaba un té en aquella pastelería, y que, unas veces leía y otras escribía, pero siempre consultaba lo que parecía ser un diccionario.

Pensó que era extranjera, y le dio un vuelco al corazón.